Advantage Austin
Ya de pequeña pisaba fuerte el acelerador: Tracy Austin fue considerada una niña prodigio del tenis. Con solo 15 años ganó el primer Gran Premio
Hay momentos en los que también Tracy Austin explora los límites por puro placer. En un trayecto lleno de curvas por las colinas de Palos Verdes, al sur de Los Ángeles, aprieta el acelerador para inyectarle una dosis de adrenalina a su
Tracy Austin luchó desde muy joven para llegar a unas alturas desde las cuales la vista debe de ser sensacional. Fue una niña prodigio del tenis. A los 14 años se calificó para el Abierto de EE.UU. de Nueva York como la tenista más joven hasta entonces. En 1978, a los 15 años, ganó en individual y dobles las finales del primer Gran Premio
Nacida en un entorno tenístico
Tracy Austin conduce hoy un 911GT3 RS. El regalo del Gran Premio
Fue la menor de cinco hijos de una familia muy relacionada con el tenis. Su madre trabajaba en un club de tenis cercano al domicilio actual de Austin, y todos los hijos de la familia jugaban al tenis. También Tracy comenzó a darle a la raqueta poco después de abandonar el triciclo. «Lanzaba pelotas contra la pared durante horas y me entusiasmaba cuando acertaba 10 veces seguidas», nos cuenta. En algún momento al jefe del club le llamaron la atención sus ganas de jugar y prometió a Tracy pequeños trofeos si atinaba un número determinado de veces, estimulando así su ambición. El hecho de que esta ambición surgiera de ella misma la distingue de algunas estrellas del tenis que fueron o son inducidas por sus ambiciosos progenitores. A su padre, un científico, no le impresionaban demasiado sus victorias, comenta Austin. «Cuando una vez le pregunté si me vendría a ver jugar contra Steffi Graf, dijo que no porque tenía un curso de informática». Austin no se lo tomó a mal, al contrario. Debido a que sus padres no medían el amor y el respeto hacia su hija por sus triunfos, no se sentía presionada, y esto la ayudó a mantener los pies en el suelo.
Una campeona del Grand Slam en el patio de la escuela
No perder el contacto con la realidad fue un gran desafío para Tracy Austin, tanto como alumna como tenista profesional. «Fui la primera en tener tanto éxito a una edad tan temprana. No tenía ningún modelo de referencia. Dependía de mí misma a la hora de tomar las decisiones correctas». Así decidió, por ejemplo, finalizar el graduado escolar a pesar del fulminante éxito de su carrera tenística. Por este motivo, dos días después de triunfar en Nueva York la campeona del Abierto de EE.UU. se presentó de nuevo en el instituto como si nada hubiera ocurrido, y tuvo que cancelar otros torneos del Grand Slam porque coincidían con fechas de exámenes. El deseo de querer satisfacer todas las expectativas es algo que casa muy bien con la imagen de una atleta que sobre todo aprendió la perseverancia de sus progenitores, como ella misma afirma. En los torneos alrededor del mundo la acompañaba su madre. Era una asesora bastante blanda, afirma su hija. «No recuerdo que me criticara ni una sola vez durante un partido». Su madre también estuvo presente en el primer Gran Premio
Este ambiente especial debe ser uno de los motivos por los cuales este torneo – que se celebra en Stuttgart desde 2006– hace tiempo que se ha convertido en uno de los eventos más importantes de la Women’s Tennis Association (WTA). En 2015 y 2016 la actual número uno de la clasificación mundial, Angelique Kerber, ganó en individuales, y este año también quiere volver a competir. Y la antigua campeona Austin confía en que la alemana vuelva a recibir su
La necesidad de un espíritu de lucha
Desde que se retiró del deporte activo, Austin trabaja como comentarista de televisión para la BBC y la cadena norteamericana Tennis Channel. Valoran su experiencia, como también la valora su hijo de 18 años, Brandon, que también aspira a hacer carrera como tenista profesional. En el Abierto de EE.UU. de 2015 madre e hijo compitieron en la misma pista, aunque uno después del otro: después de que Brandon hubiera jugado su partido junior, Tracy Austin jugó en el marco de la competición de las «Women Legends» contra su antigua rival Martina Navrátilová. «Pero estaba tan nerviosa por el partido de Brandon que apenas pude concentrarme en el mío propio», cuenta Austin, conocida normalmente por su capacidad de concentración.
Un modo de pensar constructivo y positivo, eso es algo que Austin aprendió del tenis profesional. «El dolor tras una derrota es más intenso que la alegría por una victoria. Y también dura más», explica. El arte consiste en extraer nuevos impulsos de las derrotas, trabajando para superar las debilidades. Muchas de sus cualidades se las agradece al deporte: el empuje, la disciplina, la capacidad de hacer frente a las frustraciones. Quizás incluso la de ser una buena madre. Abandonar no es una opción. «Tienes que confiar en ti mismo y no dejarte desanimar». Austin sabe de qué está hablando, pues algunas etapas de la vida le han exigido un enorme espíritu de lucha. Con poco más de 20 años la atacaron fuertes dolores de espalda que ninguna terapia conseguía aliviar. Vio afectada su movilidad e interrumpida su serie de éxitos. En 1983 se retiró del deporte. En 1989 sobrevivió por poco a un accidente cuando otro coche chocó con el suyo a 100 km/h. Su rodilla derecha quedó destrozada y tuvieron que recomponerla con clavos, lo que le obligó a hacer un año de pausa. En 1994, poco después de haber sido admitida en el Tennis Hall of Fame, se retiró definitivamente del tenis tras varios intentos infructuosos de volver a la pista de competición.
En la sala de estar de su casa, Tracy Austin se arremanga el pantalón y nos muestra una cicatriz larga y fina que le atraviesa la rodilla. «Cuando te levantas cada mañana con un objetivo, es muy difícil abandonarlo», dice. «Los días sin tenis me parecían vacíos». Pero Austin ha aprendido a devolver las pelotas de match de modo que permanezcan en juego. «Es curioso: el accidente me hizo cambiar más que todo lo demás. Me enseñó a valorar realmente la vida y también las satisfacciones que esta te depara más allá del tenis». Como por ejemplo el placer de una escapada por las colinas de Palos Verdes.
Texto Barbara Esser
Fotografía Serge Hoeltschi
Porsche Tennis Grand Prix
El Gran Premio