Porsche - Panamera mexicano

Panamera mexicano

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A veces la belleza de lo cotidiano no se hace visible hasta que se le contrapone algo totalmente ajeno. A lo largo de la pista de asfalto de la Ruta Panamericana el viajero es recibido por una serenidad que contrapone la perfección tecnológica a la ligereza de la improvisación.

Al final del día estaremos completamente rodeados de naturaleza. Miles, quizás decenas de miles de llamativas mariposas de color naranja y negro acompañarán nuestro Porsche Panamera 4S. Ingrávidas, lo envolverán con una palpitante nube de colores iridiscentes. Al final de los casi 150 kilómetros que separan Ciudad de México del valle de las mariposas, la limusina deportiva sobre la polvorienta Ruta Panamericana será alegremente recibida por el ligero y centelleante baile de las mariposas monarca como si se tratara de un único organismo.

Todos los años entre noviembre y marzo hasta mil millones de las llamadas mariposas monarca hibernan la región en torno al Valle de Bravo. Proceden de Canadá y EE.UU. y recorren a lo largo de varias generaciones unos 4.000 kilómetros que les llevan a territorios más cálidos, hacia los bosques de la altiplanicie central de México. Aún no está claro cómo los descendientes conocen el camino que les ha de llevar al punto original de partida. Sin haber estado antes allí, las mariposas monarca anidan en el mismo árbol en el que lo hicieran sus antepasados cuatro generaciones antes. Formando grandes racimos se instalan en pequeñas superficies y cubren árboles y rocas de un brillante color naranja. Su aleteo colectivo suena como el repiqueteo de la lluvia. Y cuando se alzan hacia el sol la luz parece desaparecer como detrás de un nubarrón.

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Modelo de negocio: Ana María Zaraba, de 73 años, y Jessica Delgado, de 21, son amigas, trabajan juntas y el pequeño puesto les pertenece a las dos.

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Área de descanso: el propietario del restaurante ofrece truchas frescas a unos 3.000 metros sobre el nivel del mar.

Desde 2010 la cantidad de mariposas que anidan aquí está cayendo drásticamente. La deforestación, el calentamiento global y los fenómenos meteorológicos extremos amenazan la población. Por ello, se ha dispuesto una reserva de la biosfera de cerca de 60 hectáreas para protegerlas, lo que convierte al Valle de Bravo en un lugar espectacular. Pero antes de que el espectáculo de las mariposas monarca nos hechice como pompas de jabón a un niño, tenemos que cruzar aún un árido tramo de la Ruta Panamericana, aquella legendaria pista de asfalto que se hizo famosa por la competición Carrera Panamericana y que ha dado dos nombres a Porsche: «Carrera» y «Panamera».

El Rally de México, de más de 3.400 kilómetros, se disputó entre 1950 y 1954 y está estrechamente relacionado con Porsche. Mientras que en el primer año únicamente pudieron participar limusinas de serie de cinco plazas, a partir de 1951 la carrera se abrió también a vehículos deportivos. Porsche destacó enseguida por sus victorias de etapa y en 1954 ya dominaba la clasificación. La todavía joven marca de Zuffenhausen ocupó seis de los siete primeros puestos de la categoría Small Sports Cars, así como la tercera posición de la general. Fue el mayor éxito internacional de Porsche antes de ganar la Targa Florio de Sicilia en 1956.

Empezó a celebrarse cuando se inauguró el tramo mexicano de la Ruta Panamericana, la autopista que une Norte y Suramérica. Una ruta desde Alaska hasta Tierra de Fuego, la carretera más admirada del mundo, pero que en realidad no es una carretera sino una red de miles de kilómetros de asfalto. En esta carrera a través de México apenas había reglas. Así, los automóviles circulaban también por carreteras públicas, asumiendo incluso el riesgo de que se produjeran accidentes. Al final, el vencedor era el que llegaba primero a la meta, sin importar el cómo. Pero pronto el riesgo fue demasiado grande. Cinco años después de su inauguración, la Carrera Panamericana pasó a la historia, pero su idea y el mito siguen vivos: desde 1988 se celebra como un rally de automóviles clásicos con estrictas medidas de seguridad.

La fascinación de este trayecto en el centro de América se comienza a sentir cuando al abandonar la monstruosa Ciudad de México se sucumbe a la increíble tranquilidad y pictórica belleza del paisaje. El porte del Panamera 4S contribuye a esa sensación. Cedemos al impulso de apagar por un momento el ya de por sí silencioso motor V6 de 2,9 litros y 440 CV para disfrutar de este lugar alejado de cualquier civilización perceptible.

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Lejos de la carretera: Zelda Ramírez, de 64 años, cabalga con los turistas por los bosques y las zonas de anidación de las mariposas. Un trabajo con el que se siente realizada.

Es un momento de recogimiento, una merecida calma tras varias horas de conducción. El silencio casi místico del lugar solo es interrumpido por el ligero resollar de dos caballos. Cuando la limusina deportiva azul aparece en el estacionamiento, Zelda Ramírez sujeta con firmeza las riendas de dos caballos de fuerte musculatura pero estatura más bien pequeña. Para esta mujer de 64 años con sombrero de cowboy sus caballos son su seguro. La vida aquí afuera no siempre es fácil. Los turistas que lleva a cabalgar por los bosques hacen que le vaya bien, dice sonriendo.

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Un espectador satisfecho: desde hace cuatro años René de la Cruz trabaja al borde de la Ruta Panamericana.

Los habitantes de la llanura y las alturas mexicanas viven con y de la naturaleza y del espectáculo que ofrece la nueva edición de la Carrera Panamericana. También Jessica Delgado, de 21 años. Junto con su amiga Ana María Zaraba tiene un pequeño negocio de carnes y fiambres en Raíces, unos kilómetros más allá en dirección a Valle de Bravo. Ana María tiene 73 años y podría ser perfectamente la abuela de Jessica. Este dúo abre todos los días la tiendecita al borde de la carretera. Las ganancias son muy modestas. «Solo cuando hay rally tenemos clientela haciendo colas aquí», dice Jessica con los ojos resplandecientes. Entre los pilotos y sus acompañantes de apoyo hace tiempo que ha corrido la voz de que estas dos mujeres ofrecen muy buen jamón, cortado muy fino. Estos sabores nos acompañarán hasta encontrar la bandada de mariposas monarca.

En el aire enrarecido de la región y en las curvas el Panamera nos mostrará de qué es capaz. La carretera serpentea por el bosque de coníferas. En el camino de ascenso las curvas son cada vez más estrechas y el pavimento peor. El Porsche lo supera sin hacer ruido. Casi 20 kilómetros después de Raíces, el espíritu de la Carrera Panamericana se empieza a sentir. En un trayecto con el tráfico expresamente cortado para nosotros. Piloto y copiloto deben recorrer los 9,42 kilómetros de este puerto de montaña con salida a 3.300 metros y meta a 3.600 metros sobre el nivel del mar en unos tiempos lo más parecidos posible. No cuenta la velocidad sino la precisión. Los espectadores corren a reunirse al borde de la carretera para experimentar el feeling de la Carrera Panamericana. Los policías en uniforme se encargan de que nadie moleste al «Equipo Panamera».

Uno de los defensores del orden es el Comisario Lucio González Gómez, de 45 años. Desde hace años vela por la seguridad de los rallyes auténticos. «Es siempre una experiencia excepcional», afirma, «es entretenido observar los imponentes vehículos, sentir su potencia y la tensión de los participantes». A pesar de la seriedad que le confieren las gafas de sol de espejo no puede ocultar su entusiasmo.

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Todo bajo control: el comisario Lucio González Gómez observa tras sus gafas de espejo el desfile de los Panamera junto a dos compañeros.

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Street-Food: el letrero hecho a mano anuncia mazorcas de maíz hervidas o asadas – solo falta la mercancía.

Llegamos al final de nuestro trayecto. En el valle de las mariposas monarca contemplamos absortos el cielo. La imagen que se refleja en la retina nos abruma. Las mariposas aletean sobre un tramo de aproximadamente 500 metros de carretera para volver a desaparecer después entre los árboles del bosque en cuyas profundidades se ocultan los denominados santuarios de la mariposa monarca. Son una de las pocas maravillas naturales declaradas Patrimonio de la Humanidad. Una decisión muy acertada de la UNESCO.

Texto Wolfgang Schäffer, Edwin Baaske
Fotografía Graeme Fordham, My Loupe/Kontributor

La Carrera Panamericana

La inauguración del tramo mexicano de la Ruta Panamericana, la pista de asfalto que conecta Alaska con Tierra de Fuego, se considera el nacimiento de la carrera por carretera más famosa de América. En 1950 tuvo lugar la primera salida de las limusinas de cinco plazas del norte hacia el sur. Los deportivos no se permitieron hasta 1951. Los pilotos tardaban seis días en recorrer un trayecto de 3.436 kilómetros en total. Después de 1954 se suspendió la carrera debido a la gran cantidad de accidentes, algunos de ellos mortales. Ese año Porsche ganó con facilidad la clase de pequeños deportivos. En 1988 la Carrera Panamericana fue recuperada como un rally de vehículos clásicos. www.lacarrerapanamericana.com.mx