La leyenda de Porsche en Le Mans comenzó en un garaje de pueblo. Un pequeño taller a pocos kilómetros del circuito fue el hogar del equipo de Porsche durante más de 30 años. Allí, en Teloché, se colocó la piedra angular para las futuras victorias en Le Mans.
Francia, junio de 1951. Un garaje en la calle del 8 de Mayo en Teloché, un pueblo situado a unos siete kilómetros al sur de Le Mans. Era la noche previa a la XIXa edición de las 24 Horas de Le Mans, y en un pequeño taller cercano al circuito se atornillaban febrilmente las piezas de dos Porsches plateados que llevaban los números de salida 46 y 47. El ambiente estaba tenso. Los preparativos de la carrera no iban nada bien: de los cuatro 356 SL preparados en Zuffenhausen, tres no habían superado los recorridos de prueba. La noche antes de la salida, los mecánicos lo estaban probando todo con el número 47, pero sin resultado. Porsche correría con un solo vehículo.
El mundo automovilístico recibió con asombro la noticia de que la marca de deportivos Porsche, existente desde 1948, iba a ser el único fabricante alemán presente en la carrera de resistencia con más tradición de Francia. Desde un punto de vista no solo deportivo, sino también político, detrás de ello había un mensaje. Pocos años después del fin de la guerra, los fabricantes de automoción alemanes no eran aún bienvenidos en todas partes de Francia. En el Salón del Automóvil de París de 1950, el director de carreras de Le Mans, Charles Faroux, había hecho campaña en favor de la participación de Porsche. Sin embargo, la ocupación alemana durante la Segunda Guerra Mundial seguía despertando muchos resentimientos. En última instancia, fue decisiva para dicha participación la iniciativa de Auguste Veuillet, futuro importador general de Porsche en Francia, quien no solo iba a participar en Le Mans como piloto, sino que junto con el director deportivo Paul von Guilleaume quería ocuparse in situ de la organización para Porsche.