Alucinar en piezas de colores
Con piezas de Lego se pueden construir galaxias enteras, así que ¿por qué no
A veces, sentado a la mesa a la hora del desayuno, Malte Dorowski está como ausente, con la mirada seria y sus grandes ojos castaños clavados en algún punto incierto del infinito. «Al principio mi mujer siempre me preguntaba que si me pasaba algo», confiesa esbozando una sonrisa con la que parece pedir tímidamente disculpas. Hoy por hoy, su mujer ha dejado de preocuparse. Sabe que, en esos momentos, su marido está inmerso en un problema de índole constructiva como, por ejemplo, si se pueden utilizar los colmillos de elefantes como separadores en los arcos de rueda. ¿Suena raro? Pues es un ejemplo real.
Cuando acaba de desayunar, Malte Dorowski se va a trabajar. No será hasta que regrese a casa por la tarde cuando podrá comprobar si la idea de los colmillos era buena o no. Tiene una habitación entera, una habitación Lego, dedicada a su hobby. Lego, sí, esas piezas de plástico de colores inventadas por un carpintero danés que se pueden acoplar de mil y una formas y con las que han jugado niños de todo el mundo desde los años 70… Pero Lego es mucho más que un juguete, Lego es un objeto de culto.
Malte Dorowski tiene 32 años. Estudió diseño gráfico y hoy trabaja en un importante portal online del norte de Alemania. En su tarjeta de visita pone «Jefe de márketing», pero prefiere mantenerse en un segundo plano. Es un chico joven, con barba de tres días, sudadera con capucha y las típicas deportivas. Si algo llama la atención en él, es su figura algo desgarbada. ¡Ah! Y una infancia feliz de la que ha conseguido salvar una parte e integrarla en su vida de adulto. En su día, Dorowski construyó todos los coches que vende Lego como sets predefinidos, pero en algún momento se aburrió de montar coches de bomberos siguiendo instrucciones: un mero ejercicio de dedos para él. Y así fue como le dio por los
En cuatro años, Dorowski ha construido más de treinta
Galerías
Lego siempre va poniendo a disposición de los niños nuevos sets que les permiten sumergirse en los más diversos mundos. Hay buceadores y piratas, fantasiosos robots y superhéroes. Dorowski se sirve de piezas de estos lotes para sus construcciones. Así, por ejemplo, usa los arpones negros de los buceadores como limpiaparabrisas o el garfio de los piratas como conector en la jaula antivuelcos. Y el bastidor del asiento deportivo fue, en otro tiempo, la rejilla de la ventana de una cárcel de Lego.
La estancia donde Dorowski da rienda suelta a su pasión es sencilla: una habitación con un escritorio. La única herramienta que se ve son unas pinzas. Alrededor de la mesa hay veinte cajas de plástico transparentes en las que las piezas de Lego han sido ordenadas por formas. Las piezas pequeñas están en clasificadores de cubiertos. A veces Dorowski se desplaza incluso hasta la casa de sus padres, en las landas de Luneburgo, porque cree recordar que en la habitación de cuando era niño tiene una pieza especial que le podría venir muy bien. Por ejemplo, para la cubierta algo bombeada de un salpicadero: «Era la capa negra de un superhéroe, creo que de Batman».
Los aficionados adultos de Lego forman una red internacional. Exhiben sus miniaturas en exposiciones y cuelgan fotos de sus creaciones en Internet. Malte Dorowski es toda una estrella en el mundillo. No deja de recibir peticiones para que desvele sus planos de construcción, e incluso algunos compañeros le han ofrecido dinero por ello. Pero eso atentaría contra el código de honor de los diseñadores. Y, de todas formas, el plano del
En lugar de vender instrucciones de montaje, prefiere romperse la cabeza pensando cómo reproducir la capota de un descapotable de forma tan exacta que se pueda doblar y guardar. El típico caso para el desayuno. También está dándole vueltas a una gran solución para su pasión: quiere construir un museo que aloje a sus
Dorowski ha traído al estudio sus réplicas favoritas. Antes de que el fotógrafo empiece con su trabajo, Dorowski sopla con cuidado la suspensión independiente de las ruedas delanteras por si hubiera una mota de polvo y aprieta uno de los alerones traseros con suma delicadeza. Sólo con que trate con la mitad de mimo a su hijo, este debe de estar creciendo entre algodones. Paul tiene un año y medio y, como no podía ser de otro modo, ya juega con Lego. De momento, eso sí, con un kit de piezas de mayor tamaño aptas para sus manitas. Su padre ya está viendo venir el problema que se le avecina. ¿Qué hacer cuando el niño sea lo suficientemente mayor para las piezas pequeñas? ¿Permitirá a Paul entrar con él en sus aposentos? ¿Y correr el riesgo de que desbarate el meticuloso orden de su padre? ¿O de que tire el
Texto Johannes Schweikle
Fotografía Steffen Jahn
¿Quieren ver cómo construye Malte Dorowski el