Editorial
Cuando Angelina Jolie deja de ser Angelina Jolie.
Tom Cruise no quiso. Mariah Carey aún menos. Con Mark Zuckerberg ya fue más fácil. También con Barack Obama, que también vino. Así como Clint Eastwood, Ang Lee, Angela Merkel y Bill Clinton. George Clooney participó de buen grado. Rasgaron un viejo retrato y engancharon los ojos y la nariz con una goma como si fuera una máscara sobre el rostro real. Schoeller apretó el disparador. Y listo. Ironía pura. El resultado dio la vuelta al mundo.
Martin Schoeller es el fotógrafo que más se acerca a sus objetos. Acercamiento máximo, un lenguaje visual brutal, una labor milimétrica. La cámara a la altura de los ojos y la luz proyectada como en un solario. La perspectiva siempre un poco desde abajo, despiadadamente de cerca, tan cerca que el periódico Frankfurter Allgemeine Zeitung al final no sabía si con tanta Angelina Jolie aún veía a Angelina Jolie.
Son caras como nunca se han visto antes en fotos. Caras famosas. Caras desconocidas. Mapas de la vida. Ni bonitas ni feas. Ni atractivas ni desagradables. Ni alegres ni tristes. Solo auténticas, despojadas de casi toda su intimidad y lo suficientemente grandes como para perderse en cada detalle. No es la totalidad lo que hace efecto, sino lo pequeño lo que llega al observador: poros, arrugas y finas líneas como marcas del camino, cicatrices que cuentan historias y ojos como revelaciones que dejan entrever el interior. En sus palabras: «Hago fotos que mienten menos que otras».
Martin Schoeller, el discípulo de Leibovitz que metió al director de cine Quentin Tarantino en una camisa de fuerza e hizo bailar sobre la mesa con un casco prusiano al cantante Udo Lindenberg, ha fotografiado caras
Cada Christophorus es diferente. Este es único de una forma especial. Existe en seis variantes distintas: seis pilotos de carreras, seis fotos, seis imágenes «de transparencia y fragilidad». Caras descubiertas en la serenidad del instante. Una reverencia ante los que viven el mito de
Venga de donde venga, vaya a donde vaya, nuestro Christophorus le acompaña.