Una de las primeras cosas en que piensan muchos cuando se les pregunta por Alemania son las autopistas, ya que la alta velocidad domina el panorama. Sin embargo, en este país hay también avenidas y lagos, naturaleza y cultura de primera clase. Un viaje con el
Circulamos por un país marcado por el silencio y la quietud. Nada que ver con una carrera de 24 horas por autopista. Nos tomamos tiempo y disfrutamos de las carreteras secundarias siguiendo las huellas de los poetas y pensadores alemanes, con cautela, silenciosos en el
El
Viajamos de sur a norte y de este a oeste, nunca de A a B por la autopista alemana. Mientras nos dejamos llevar relajados por la limusina deportiva accionada totalmente por electricidad, descubrimos la diversidad que ofrece Alemania. El barroco de opereta contrasta con el parco estilo de la Bauhaus. Visitamos núcleos medievales, catedrales góticas, clasicismo y naturaleza virgen.
Más allá de las fronteras de la República vislumbramos a los vecinos de Austria, Polonia, Chequia y Francia. También nos habría gustado pasar a Dinamarca, pero debido a la pandemia, esta primavera no podemos visitar el bello paisaje marítimo del norte.
Visita a Goethe, Schiller y Gropius
Weimar está ubicada en el centro de Alemania, en Turingia. Se llega al centro de la ciudad por una calle adoquinada. Pasamos junto a la famosa Biblioteca Anna Amalia, la Plaza de la Democracia y el Palacio de la Ciudad.
Estacionamos el
Enfrente, la fuente de Goethe chapotea más solitaria que nunca. Al lado, en un puesto tradicional se asan las famosas salchichas de Turingia. A menos de 500 metros, en la Plaza del Teatro un monumento rememora a los grandes intelectuales de la ciudad: junto a Goethe se encuentra su coetáneo Friedrich von Schiller. El aprendiz de brujo se encuentra con Los bandidos. Ambos literatos de fama internacional caracterizaron la edad de oro de Weimar. Más adelante, hacia 1850, le seguiría la edad de plata con las composiciones de Franz Liszt y Richard Wagner. En el siglo XX Weimar volvió a marcar estilo con la apertura de la Escuela de la Bauhaus en 1919, basada en la idea del arquitecto Walter Gropius: su intención era separar el arte de la industrialización y recuperar el oficio artesano. La forma sigue a la función, este fue el credo de los pioneros de un pensamiento y una construcción modernos que revolucionó la arquitectura de todo el mundo. Al igual que el conjunto arquitectónico ligado al Clasicismo de Weimar, la Bauhaus y sus sitios en Weimar, Dessau y Bernau forman parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.
Suiza en Sajonia
Mientras se recarga el
Pero volvamos de nuestros añorados días de infancia; las baterías están cargadas al cien por cien. Es momento de partir. A los pocos kilómetros el entorno toma un aspecto extraordinario; ante nosotros se presenta un escarpado paisaje de arenisca, moldeado en millones de años por el agua y el viento. Recordamos nuestras clases de geografía, el movimiento de la tierra y las corrientes continentales. El Elba interrumpe nuestros pensamientos sobre la tectónica de placas. Atravesamos un delicado río que es hilo conector entre dos países: por una parte la localidad sajona de Bad Schandau, del otro lado la checa Tetschen. Cerca de la frontera divisamos la meseta de Lilienstein, el símbolo del Parque Nacional de la denominada Suiza Sajona. Desde su cima podríamos ver la Iglesia de Nuestra Señora de Dresde. Continuamos nuestro camino, pasamos por la bonita localidad de Pirna en dirección a Dresde. Leemos que el escritor Theodor Fontane trabajó aquí como ayudante de farmacia. En la capital de Sajonia, frente a la Ópera Semper, también están inmortalizados Goethe y Schiller, junto con las esculturas de otros literatos de todo el mundo. Esta edificación, que fue destruida en varias ocasiones, lleva el nombre de su arquitecto Gottfried Semper. En la solemne inauguración en 1878 fue representada la obra de Goethe Ifigenia en Táurides. En estos días la sala está solitaria.
Con Fontane por Brandeburgo
Las copas de los árboles se rozan frágilmente y el ramaje lanza sus sombras sobre el asfalto. Romanticismo de la naturaleza en la Marca de Brandeburgo. Avenidas como obras de arte. Mientras nos desplazamos eléctricamente en silencio, nos viene a la mente Fontane: «He recorrido toda la Marca y la he encontrado más rica de lo que me hubiera atrevido a imaginar», escribió en una ocasión. Theodor Fontane, uno de los representantes más conocidos del realismo poético, nació en 1819 y era hijo de un farmacéutico de Neuruppin, en Brandeburgo, al noroeste de Berlín.
Le gustaba viajar y cuando se encontraba en países lejanos se acordaba siempre de su región natal, hablaba entusiasmado de sus ríos, sus lagos, sus presas y sus bosques. El literato y crítico teatral llamaba las numerosas avenidas de Brandeburgo y Pomerania Occidental las «verdes arboledas de los viajes». Le inspiraba su espesa capa de hojas en verano.
Fontane dedica uno de sus Paseos por la Marca de Brandeburgo al Oderbruch, la franja de casi 60 kilómetros junto al río Oder, que actualmente hace frontera con Polonia. Su obra más famosa, Effi Briest, fue publicada en 1896, dos años antes de su muerte. Rememoran a Fontane una pista para bicicletas, la Casa de Fontane en Bad Freienwalde y su busto de bronce frente a la farmacia que regentó su padre en Letschin. El primer nombre de Theodor Fontane era Heinrich. A diferencia de su obra, éste ha caído en el olvido.
Beethoven en la cultura del Rin
Bonn está de fiesta. 2020 está dedicado a Ludwig van Beethoven. Aquí, a orillas del Rin, hace 250 años nació el que probablemente sea el mayor compositor de todos los tiempos.
Un talento excepcional, uno de los pianistas más dotados del mundo. Su pieza más famosa es seguramente la Sinfonía Número 5. Las cuatro primeras notas – tres octavas y una media – son una melodía pegadiza de la música clásica. Antes de los 30 años Beethoven ya tenía problemas de audición; a finales de los 40 estaba prácticamente sordo. A pesar de ello siguió componiendo: oía las notas con los ojos. Pasamos por su casa natal, con una fachada barroca de piedra, en la Bonngasse 20, hoy un museo. Los edificios contiguos albergan la sala de música de cámara y los archivos de Beethoven. Quién sabe si el compositor estaría sentado arriba, junto a su ventana, cuando inmortalizó la famosa Oda a la Alegría de Friedrich Schiller en su 9a Sinfonía, que Europa erigiría en su himno dos siglos más tarde, en 1972. El genio con el loco peinado salía de excursión por las montañas vecinas de las Siebengebirge, sobre todo al Petersberg, en el borde occidental de la cadena montañosa. Allí, en el hotel del mismo nombre situado a 233 metros de altitud, han estado también los jefes de estado más importantes del mundo: el presidente de EE.UU., Eisenhower, o el último emperador de Abisinia, Haile Selassie. Leonid Brézhnev acudió como Secretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética, como lo haría después su sucesor Mijaíl Gorbachov.
La Reina Isabel II o Bill Clinton, todos han contemplado desde aquí arriba el río que en 1844 Heinrich Heine bautizó como «padre Rin» en su obra satírica Alemania: un cuento de invierno. Este río europeo tiene una extensión de 1.232,7 kilómetros. El que antaño fuera un símbolo de la división, en la actualidad desprende una paz majestuosa como vía fluvial que une estados. Disfrutamos en silencio de la imponente vista.
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Texto publicado en el número 395 de Christophorus, la revista para clientes de