Una sinfonía de unidades de control
Como los músicos de una orquesta, los componentes electrónicos de un vehículo deben interaccionar en perfecta armonía. En el Centro de Integración Electrónica más de 500 trabajadores llevan la batuta en lo que respecta a la tecnología
Dos cifras que imponen respeto: 6.000 funciones eléctricas y electrónicas distintas que, a su vez, son reguladas hasta por 80 unidades de control interconectadas a través de una red. Todo eso es preciso gobernar actualmente en un
En la última década, los dispositivos técnicos de asistencia han vuelto a experimentar formidables progresos. «A nosotros, los responsables de desarrollo, eso nos obliga a dominar una complejidad cada vez mayor», explica Uwe Michael. La cosa se complica cuando se ejecutan varias funciones a la vez, por ejemplo cuando durante la conducción se baja la citada ventanilla del conductor y, además, se abre el techo corredizo, se calcula la ruta y se enciende la radio. A todo ello, se suman los sistemas de asistencia que operan automáticamente durante la marcha.
Para que esta permanente intervención del sistema electrónico funcione también durante el uso cotidiano, en la primera planta del CIE se encuentra la unidad móvil CAN (Controller Area Network). Detrás de estas siglas se esconde un estándar de comunicación electrónica del automóvil. Con mucha imaginación, podría decirse que esta colección de cables y unidades de control revestida con piezas de carrocería recuerda a un vehículo, aunque sin ruedas, motor ni transmisión. En esta unidad, los técnicos simulan la interacción de todos los componentes electrónicos en todas las variantes imaginables. Es preciso superar más de 100.000 ensayos. Cada elemento individual ya ha sido ensayado a fondo antes de someterlo a una prueba de larga duración en la unidad CAN.
En la unidad móvil CAN, el conjunto completo debe funcionar a la perfección como si fuera una orquesta. Cada unidad de control puede desempeñar su tarea como solista con la brillantez de un gran músico, pero eso no significa que vaya a compenetrarse con todos los demás miembros del conjunto. Sólo cuando las unidades de control logran interpretar una perfecta sinfonía electrónica puede procederse a su instalación en el vehículo. El sistema de aprovechamiento de datos funciona mediante líneas conjuntas que además logran reducir el peso del sistema electrónico muy por debajo de los 100 kilogramos. La prueba de resistencia que los datos deben superar exige la máxima comunicación entre todos los responsables de desarrollo implicados. Para lograr esta comunicación, la sede del CIE ha reunido a todos los especialistas en electrónica bajo un mismo techo. Atrás quedaron los tiempos en que los responsables de desarrollo estaban repartidos por el recinto de
La arquitectura del CIE facilita el intercambio permanente de información entre los técnicos, los ingenieros y los trabajadores del taller. El interior del edificio tiene forma de V, imitando el modelo de proceso en V utilizado en el desarrollo de software. Las estancias están dispuestas siguiendo de arriba a abajo el proceso de desarrollo electrónico/eléctrico: desde la idea en una hoja de papel o un ordenador hasta el componente listo para utilizar. Los puestos de los aproximadamente 570 empleados distan entre sí un máximo de 30 metros. Los trayectos son cortos para facilitar el intercambio rápido de ideas y el espacio recibe abundante luz a través de unas cajas de escalera situadas en el centro del edificio. A la hora de planificar el Centro de Integración Electrónica, fue muy importante para Uwe Michael y sus colaboradores que los arquitectos adaptaran el edificio a la interacción y la integración de técnicos e ingenieros. El resultado habla por sí solo.
Las ventajas del CIE ya se hicieron patentes al crear el sistema infotainment del 918 Spyder. Para este súperdeportivo,
Mientras seguimos al director del CIE por «su» edificio, nos queda claro que la integración es una de las claves del éxito. «No desarrollamos nosotros mismos cada unidad de control. Nuestra competencia principal consiste más bien en integrar todas las unidades de control en el vehículo», aclara Uwe Michael. La culminación de esta labor tiene lugar en el llamado mercado de integración: una reunión celebrada en la planta baja del edificio en la que hasta 80 ingenieros asisten a la sinfonía electrónica del vehículo terminado. Allí, todo debe funcionar sin fallos para poder dar luz verde al proyecto.
Al final de nuestro paseo, Uwe Michael nos comenta otro de los rumbos que sigue su trabajo: «Actualmente estamos trabajando en el faro con adaptación de contraste». Este elemento puede iluminar con menos intensidad los objetos cercanos al vehículo y con mucha intensidad los lejanos. La ventaja reside en una distribución mucho más homogénea de la luz y menores contrastes. Además, se evita que las señales de tráfico brillen demasiado y deslumbren al conductor. Para lograrlo, es preciso que el vehículo detecte con exactitud los objetos de su entorno, por ejemplo mediante cámaras con procesamiento de imagen. Esto es música del futuro, pero en el CIE ya está en marcha su fase preliminar de desarrollo.
Texto Fritz Schwab
Fotografía Bernd Kammerer