Antiguos héroes
En el marco de una exposición especial sobre los años cincuenta el Museo
Hemos quedado en Fuschl am See, en la legendaria Casa Forestal, un lugar idílico oculto en el bosque. Es nuestra segunda cita. Andy Warhol estuvo aquí, así como Gunter Sachs con su segunda esposa, o Herbert von Karajan, Niki Lauda y Maggie Thatcher. Marianne de Sayn-Wittgenstein, gran dama de la fotografía de 95 años, recibe a todos los visitantes con tal vivacidad y alegría que el huésped no puede más que sentirse agasajado.
Llamada «Manni» por sus amigos, descubrió su pasión por la fotografía a la edad de 12 años. Hay que agradecer a su institutriz británica de entonces el excepcional inventario actual de más de 100 álbumes de fotografías, de las cuales gran parte son imágenes de carreras. La estricta educadora le había dicho: «Ya que tienes un entretenimiento tan caro, por lo menos tienes que pegar las fotografías en un álbum como es debido». En los años treinta la fotografía era todavía una diversión exclusiva. La princesa ríe, y sus ojos brillan cuando añade: «Así empezó todo».
Cada imagen tiene una anotación a mano que ella comenta divertida durante la conversación. La primera fotografía de un vehículo muestra el coche de pedales de su hermano, fotografiado en el patio interior del palacio familiar, no lejos de Salzburgo. Más tarde siguió un gran número de fotografías de pilotos y bólidos de carreras. Casi todos los días de los pasados 83 años ha añadido un motivo. Los negativos están archivados con esmero en el Castillo de Sayn, no lejos del circuito de Nürburgring y los álbumes se apilan en el sótano de la residencia forestal. El volumen de fotografías Stars & Sportscars recoge una selección exclusiva.
«Manni, tú no eres una fotógrafa», le decía irónicamente con cariño su amigo de toda la vida Gunter Sachs, que a su vez era su ídolo, «pero sabes apretar el disparador en el momento oportuno». Sin duda, la «mamarazza» –otro título de reconocimiento, este otorgado por Carolina de Mónaco– ha sabido siempre disparar en el lugar adecuado y en el momento oportuno. De este don surgieron imágenes de una naturalidad y una cercanía sorprendentes.
La profunda y excepcional expresión de sus fotografías se debe a que la joven princesa estuvo muy cerca de los héroes de aquellos primeros años. Es posible que su encanto, que se mantiene hasta la actualidad, le sirviera de ayuda, pero los pilotos eran sobre todo amigos suyos. A menudo pertenecían como ella misma a la nobleza y sentían la misma fascinación por el deporte del automovilismo, que en los años de la posguerra todavía no se había profesionalizado. Los príncipes de Metternich o Fürstenberg, el conde Wittigo de Einsiedel o Richard de Frankenberg: Manni los conocía a todos, y todos conocían a Manni y a su marido «Udi», que la conducía a las carreras con la Borgward combi de la familia.
Antes de las carreras en el Nürburgring, por ejemplo, los protagonistas se solían reunir en el Castillo de Sayn, donde al finalizar se celebraban los triunfos o se brindaba por un accidente sin consecuencias que solo había afectado a la chapa. Cuando la carrera era la legendaria Mille Miglia, la pareja principesca se alojaba a su vez en la villa de un conde amigo en el lago de Como. El hecho de que los motivos fotográficos de la princesa fueran a menudo
Las imágenes que presenta el Museo
Texto Edwin Baaske
Exposición especial
Con el título «De Stuttgart al mundo.