En tierra de vikingos
Islandia está de moda. No solo desde que sus futbolistas y seguidores consiguieron emocionar a los medios de comunicación y los espectadores en la Eurocopa. El país tiene su propio cosmos, es un mundo compuesto de mitos, naturaleza extrema y personas apasionadas. La visita al Club
La aventura islandesa comienza mucho antes del inicio de esta historia. Se remonta a Pétur Lentz, el presidente del Club
Bajo la rápida evolución de las nubes, que tan pronto dejan pasar los rayos del sol como sueltan algún que otro chubasco, llego a casa de Pétur Lentz en Garðabær cerca de Reikiavik. El típico clima de Islandia, todo es totalmente normal. Frente a la casa, Stefan Bogner comienza a sacar su equipo de fotografía y disfruta entusiasmado de la extraordinaria inmensidad del paisaje, el aire puro y los increíbles colores de nuestra isla. «Aquí se tiene la sensación de que el clima cambia cada 10 minutos», proclama, y mira a su alrededor esperando nuestro asentimiento. Los islandeses que le rodeamos, todos miembros del club menos yo, encogemos cortésmente los hombros, pero sin entender muy bien qué hay de particular en esta constatación. Sí, en Islandia el clima es muy variable, cambia incluso por minutos. Y sí, la inmensidad aquí es gratuita, desde siempre. Y el aire es puro si no se pone en erupción un volcán. No es que los islandeses no sean conscientes de las impresiones que provocan en los turistas las infinitas tonalidades verdes del paisaje, pero no podemos estar diciéndonos todos los días cuán especial es nuestra normalidad. Cuando vamos al continente hay algunas cosas que también nos impresionan, pero no las comentamos demasiado. A veces se dice que los islandeses somos poco comunicativos o incluso raros. Es un prejuicio muy extendido, o quizás únicamente una afirmación provocada por la frustración de los visitantes que llegan a Islandia esperando una simpatía exagerada o una superficial sonrisa de bienvenida.
Con poco más de 100.000 km², Islandia es el segundo país insular de Europa. Solo el Reino Unido tiene más superficie. En la isla con los numerosos volcanes, ríos y lagos, que solo es verde en verano, viven algo más de 330.000 personas. De ellas, casi 300.000 son naturales de Islandia. Así pues, en este país de inviernos suaves y veranos frescos, cuyos termómetros raramente superan los 20 grados, se podría decir que todos se conocen. A causa de la extensión del país el automóvil es muy importante para los islandeses. Aproximadamente un 75% de ellos lo utiliza a diario.
Mientras Bogner comenta sus impresiones aéreas y su vuelo con el presidente del club y yo reflexiono sobre la importancia que tiene el medio de transporte automóvil en una isla tan poco poblada, los miembros del club ya se han situado junto a sus deportivos. Se ha previsto una salida. Casi se puede palpar la ilusión. Casi al unísono, los fans de
El piloto Lentz me devuelve a la realidad. Al volante de su
Viento en contra
Seguimos por Þingvallavegur, una carretera que atraviesa un parque nacional y que muchos consideran el trayecto más bello de la isla. La deslumbrante luz del sol ilumina el suelo húmedo y lanza destellos en el horizonte. Lentz da un poco más de gas, acelera el vehículo, y la familia
Sopa en lugar de cabeza de cordero
Junto a un fiordo, del que de repente emerge un gigantesco vehículo anfibio, cambio de automóvil y subo al
Pasamos por Grafningur, al sureste de la isla, y bordeamos el lago Úlfljótsvatn. El sol se alterna con la lluvia fina y el asfalto está lleno de charcos. A cada hora que pasa, los automóviles están más sucios, y la temperatura ha bajado considerablemente. Nos detenemos en un diminuto local cerca del lago y tomamos una sopa para calentarnos. La leyenda dice que a los islandeses nos gusta el arenque en escabeche o la cabeza de cordero cocida. Pero a mí me encanta la sopa, y a los otros también.
Media vuelta. Regreso a Reikiavik. El viaje finaliza esta noche para mí en la capital de la isla. En cambio, Lentz y sus amigos comenzarán una excursión de tres días por toda la isla, primero en dirección al tempestuoso norte. Todo al servicio de la fotografía. En las próximas tres noches se alojarán en tres ciudades diferentes de la isla: Akureyri, Egilsstaðir y Kirkjubæjarklaustur. En su viaje con el
Texto Hrefna Gylfadóttir
Fotografía Stefan Bogner
Club
La sede más septentrional del Club