Porsche - Hartmut Esslinger – FROGMUT | CW FD 888

Hartmut Esslinger – FROGMUT | CW FD 888

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Como en casa: a Esslinger le gusta conducir su 911 Carrera S por la Old Santa Cruz Highway. Si las líneas centrales de la calzada no fueran amarillas, la imagen podría haber sido tomada en la Selva Negra (quizás por ello le gusta tanto este tramo).

El buen diseño industrial no solo es una manera de dar una apariencia atractiva a un producto, sino un componente empresarial estratégico. Hartmut Esslinger lo defiende incansablemente desde hace décadas. En cuestión de coches, Esslinger apuesta por una simetría de formas perfectas. Tiene dos 911 Carrera S Cabrio idénticos, uno en su patria adoptiva en el norte de California y otro en la Selva Negra bávara.

Al pasar por la única casa moderna que hay en esta apartada calle de Los Gatos, resulta fácil deducir a quién profesa lealtad automovilística su propietario. En el garaje, a la vista tras un portón de cristal, destaca un Porsche 911 Carrera S Cabrio de color amarillo racing con una curiosa matrícula californiana: Frogmut. «Frog», por el nombre de la empresa internacional de diseño, y «Mut», por Hartmut Esslinger, su fundador.

¿Acaso no es usted celoso de su vida privada, señor Esslinger? «Me gusta ver mi Porsche cuando llego a casa», dice este alemán en un peculiar acento inglés mientras degusta un café sentado en una silla del danés Arne Jacobsen en su casa de Silicon Valley. Con su esposa Patricia Roller vive aquí desde hace 20 años. En ese tiempo han dirigido juntos frog design. Sus hijos ya abandonaron el nido y hace dos años los padres por fin reformaron la vivienda. Como dice Esslinger: «Un poco de Bauhaus por aquí y un poco de Frank Lloyd Wright por allí».

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Remanso de paz: cuando Hartmut Esslinger quiere huir de la cotidianidad, se dirige a una montaña recóndita de la Selva Negra donde poder meditar, haga el tiempo que haga.

Y, por supuesto, también un poco de Esslinger. Al fin y al cabo, el dueño de la casa es uno de los diseñadores industriales más importantes de las últimas décadas y frog toda una institución en este campo por sus diseños revolucionarios. Esslinger fundó en 1969 la empresa Esslinger Design en Mutlangen (Stuttgart), la cual rebautizó 13 años después con el nombre de frog design. El éxito llegó pronto con sus creaciones ya legendarias, como la cabeza de ducha Tribel, creada en 1974 para Hansgrohe y vendida 15 millones de veces, o la caja negra del televisor Trinitron de Sony, que supuso el fin de la era de la madera y las molduras decorativas en el sector de la electrónica de consumo.

Las formas de Esslinger impregnan incontables productos de grandes empresas internacionales: Disney, Louis Vuitton, Lufthansa, Microsoft, Olympus y SAP son solo una pequeña muestra de su amplia cartera de clientes. Además, él fue uno de los primeros profesionales en defender que el diseño industrial no solo debe ser una manera de dar una apariencia atractiva a un producto, sino que también debe ser un componente estratégico para cualquier empresa. Así lo ha defendido durante toda su vida este inconformista que dejó los estudios superiores porque «la idea del embellecimiento y los aires elitistas de muchos compañeros» le ponía nervioso.Nadie fue mayor seguidor de los principios de Esslinger que Steve Jobs, el fundador de Apple. Él fue quien lo trajo a California en 1982. Jobs había encargado al alemán el desarrollo de un concepto formal y cromático con el que la empresa de ordenadores pudiera distinguirse del resto de fabricantes. Esslinger creó con Jobs «Snow White», un lenguaje de diseño industrial que determina desde hace décadas el aspecto de los dispositivos de Apple. El trabajo realizado para la empresa de la manzana mordida sentó las bases de la fama global de Esslinger y frog, así como una amistad de por vida entre dos inconformistas que nunca tuvieron pelos en la lengua.

«Nunca te aburrías con él», cuenta apenado Esslinger inclinando su melena plateada. Jobs falleció en 2011 con apenas 56 años de edad. Al fundador de Apple y también conductor de Porsches le entusiasmaban los coches alemanes. En su libro Keep it Simple: The Early Design Years of Apple, Esslinger cuenta que poniendo como ejemplo a Porsche explicó a Jobs que el diseño es un conjunto de elementos encaminados a expresar el alma de un producto: «Sin la excelente experiencia de conducción y la historia de un funcionamiento exquisito, Porsche sería un bonito coche más, pero no sería un Porsche».

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Centro de atención: el cabrio amarillo racing del diseñador industrial, puesto en escena delante de su casa californiana.

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Lenguaje de formas: obras de arte del diseño como el Baby Mac de Apple, que nunca pasó a la serie, y la radio de Braun, un trabajo de pregraduación de Esslinger, decoran sus estanterías en Los Gatos.

A Esslinger le gusta exhibir su Porsche 911 tras la puerta de cristal del garaje. Sin embargo, la moderación suaba lleva a este californiano de adopción a mantener fuera del alcance de las visitas algunos objetos de diseño destacados. Los tiene escondidos en el dormitorio de la planta superior. En unas sencillas estanterías, en parte protegidos por cristales como piezas de museo, tiene una colección de Discmans y Walkmans de Sony, dos ordenadores Next negros diseñados para Steve Jobs y un Baby Mac, un prototipo concebido en 1985 para Apple que nunca llegó a ver la luz del mundo. Esslinger, que de joven soñaba con convertirse en diseñador de vehículos, ha sido propietario de docenas de coches y ha probado deportivos de todas las grandes marcas. Sin embargo, para él nada es comparable al diseño y el placer de conducción de un Porsche 911. El primero –plateado con capota azul– lo adquirió en 1983. Desde entonces, es un fan declarado de los nueveonces. Para él, su diseño es más que la forma de un deportivo icónico: «La experiencia activa de conducción deportiva, la sensación mecánica directa de la técnica y la compacidad son auténticas. El coche no requiere adornos de moda. Sus proporciones son dinámicas». ¿Qué espera un influyente creador de formas como él de un Porsche? «Innovación y dominio tecnológico. No hay que olvidar que los técnicos de desarrollo y producción son verdaderos fanáticos de su trabajo. Para ellos, conseguir rebajar un kilo –es decir, aliviar la carga al máximo– es más importante que obtener más potencia. Básicamente, es un coche purista».

Esslinger rodea el 911 en su reluciente garaje. El Porsche, adquirido en 2006, parece nuevo. El interior y la capota son de color azul oscuro y los cinco instrumentos circulares situados detrás del volante deportivo destacan con su color amarillo, al igual que los frenos cerámicos. «Me encantan los colores», explica el diseñador nacido en Suabia, a quien le gusta vestir con cromatismo variado: tejanos raídos, jersey de punto y camisa azul, calcetines grises y chaqueta roja. La osadía cromática de un optimista inquebrantable y antiguo revolucionario inadaptado. Y también un animal de costumbres, ya que Esslinger tiene otro Porsche 911 Carrera S, también Cabriolet, también de color amarillo racing y también con capota e interior azules. El gemelo del Porsche californiano se encuentra en un garaje de la Selva Negra. Más concretamente, en Bad Wildbad, a unos 100 kilómetros de Beuren, la localidad natal de Esslinger. Cada año, el diseñador pasa algunas semanas en Alemania y, por supuesto, allí también quiere conducir un nueveonce. Los dos coches solo se diferencian en una cosa: el modelo que tiene en su país de origen tiene tracción integral, mientras que el de California es de tracción trasera, ya que «aquí, por supuesto, no nieva».

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El salón del maestro: el diseñador toca blues, jazz y rock al piano y la guitarra, con o sin zapatos.

¿Por qué dos cabriolets de idéntico modelo y color? «Por seguridad», dice Esslinger. No quiere que un color desacostumbrado lo distraiga. «Si quiero un 911 nuevo, tengo que comprarme dos», dice sonriendo y se acomoda en el asiento azul después de haberse cambiado las sandalias Birkenstock por unas deportivas de color rojo frambuesa, puesto una chaqueta azul real y enrollarse alrededor del cuello un pañuelo también de color rojo frambuesa con puntos blancos.

Esslinger emprende su ruta favorita, la carretera de Old Santa Cruz, una vía sinuosa que atraviesa las prácticamente deshabitadas montañas de Santa Cruz que separan Los Gatos y Silicon Valley del Pacífico. El nueveonce serpentea en dirección al enclave surfero de Santa Cruz. El amarillo racing armoniza con las rayas centrales de la calzada, el verde de la maleza y el rojo de los troncos de secuoya, los cuales parecen elevarse todavía más hacia las alturas desde el bajo ángulo de visión del nueveonce. Este tramo tiene algo de meditativo para Esslinger, quien, cuando conduce, en vez de música prefiere disfrutar del sonido del motor.

Esslinger y su esposa vendieron frog hace algunos años, pero siguen siendo los principales accionistas privados. Desde la salida de la empresa en 2008, ha mantenido su ritmo de actividad. Ejerce de jefe de diseño para el grupo chino de tecnología y medios LeEco (antes Letv), imparte clases de diseño estratégico en la DeTao Masters Academy de Shanghái –en cuya fundación ha participado– y asesora a directores ejecutivos en el desarrollo de marcas globales. «Soy un adicto al trabajo», admite. Esslinger aparca el Porsche junto a la playa del Big Basin Redwoods State Park y disfruta observando las agitadas olas del Pacífico. «Sin embargo, con regularidad me doy un respiro y salgo a conducir con mi 911 para pensar en otras cosas y tener nuevas ideas».

Texto Helene Laube
Fotografía Albrecht Fuchs