«Este va a ser mi coche»
El noruego Erling Henningstad es una de las más de 20.000 personas en todo el mundo interesadas en adquirir un
El tibio viento de verano transporta el rumor del tráfico de la autopista E6 hasta Skedsmokorset. 25 kilómetros en dirección al sur esta autopista lleva a Oslo; y unos 2.200 kilómetros en dirección al norte lleva al Cabo Norte. Erling Henningstad, de 57 años, sale al porche de su casa de campo de 150 años de antigüedad luciendo una camisa azul de cuadros y una acicalada barba. El sol refulge sobre las paredes de madera, tan blancas que parecen acabadas de pintar. En el patio de gravilla delantero se erige un mástil en cuyo extremo superior ondean el rojo, blanco y azul de la bandera noruega. Directamente a su lado se halla un Tesla Model S, al que en breve dará relevo un
Henningstad siempre soñó con tener un
Tracción eléctrica y
Papá Erling supo ver las ventajas del pequeño utilitario, pero no le llegó al corazón. Su corazón estaba ya rendido al automovilismo deportivo. Antes iba con regularidad al circuito de carreras por pura diversión. Desde su casa hasta Rudskogen Motorsenter –el circuito de asfalto más antiguo de Noruega– se tarda hora y media escasa. Curvas rápidas en una línea ideal era la contrapartida perfecta a su trabajo de programador. Hace unos 25 años, Henningstad desarrolló un software de gestión de información inicialmente destinado a la industria del petróleo y gas que con el tiempo se fue utilizando también en los más diversos sectores como, por ejemplo, en la construcción de la ópera de Oslo.
Noruega es el país donde más se fomenta la movilidad eléctrica. Desde 2012 la compra de un vehículo eléctrico no se graba ni con el impuesto de importación regulado según las emisiones de CO₂ ni con el IVA del 25%. Además hay una reducción en el impuesto sobre vehículos de motor, así como una exención de tasas de peaje y de estacionamiento. Y, por si fuera poco, sus conductores pueden utilizar los carriles para autobuses y taxis. El resultado es abrumador: en marzo de 2019 en Noruega se matricularon por primera vez más vehículos eléctricos que con motor de gasolina o diésel. Arrollado por el éxito, el Estado se vio obligado a dar marcha atrás y ahora en Oslo ya no es posible cargar gratuitamente corriente. A pesar de esta circunstancia, las subvenciones públicas siguen convenciendo a personas como Erling Henningstad, quien en un principio quería comprarse dos vehículos: uno eléctrico para ir todos los días al trabajo y otro con motor de combustión para viajar sin paradas a su cabaña situada en las montañas de Jotunheimen a 300 kilómetros de distancia.
Pero entonces vio el Tesla Model S y desde ese momento ya solo se desplazó con electricidad. Tanto para ir a su oficina de Oslo como a las montañas para esquiar o hacer senderismo. «Funcionó sin ningún problema», afirma. Sobre todo gracias a la presencia de la primera columna de carga rápida de Noruega a medio camino, en Lillehammer. Henningstad, su mujer Elin Lauvstad, su hija Hannah y su hijo Nils-Henrik solían aprovechar la parada de recarga para hacer un descanso para comer. Tan solo una vez tuvo miedo de quedarse tirado con la batería descargada o, dicho en noruego, sintió el «rekkeviddeangst», término que en 2013 obtuvo el segundo puesto en la lista de palabras del año. Henningstad rememora: «Estábamos regresando de las montañas y, en realidad, la batería tenía suficiente carga». Es decir, suficiente carga si todo hubiese sido como siempre. Pero no lo era. Estábamos a 20 grados bajo cero, lo que iba en detrimento de la energía y la autonomía.
No tardó en darse cuenta de que no le quedaría carga suficiente para alcanzar su destino. Con el último aliento, el Tesla logró llegar a una estación de repostaje con toma de corriente normal. «No llegamos a casa hasta pasada la medianoche», relata Henningstad. Ahora lo recuerda con una sonrisa, «pero entonces no tuvo mucha gracia pasarnos horas en una gasolinera perdida, con un frío gélido, esperando que las celdas de la batería se acabasen de cargar a cuentagotas».
No le ha vuelto a ocurrir. El miedo a quedarse tirado va desapareciendo además con cada nueva columna de carga que se instala. A finales del año pasado, Noruega contaba con 10.711 estaciones de carga eléctrica públicas para abastecer una cifra actual de unos 220.000 vehículos eléctricos. A nadie le inquieta que la infraestructura no sea capaz de responder al boom de vehículos eléctricos. La calefacción de la mayoría de las viviendas de Noruega es eléctrica, por lo que la red es lo suficientemente robusta y extensa. Y como, además, las casas se han modernizado para estar mejor aisladas y consumir cada vez menos energía, queda suficiente energía para los vehículos eléctricos. Al fin y al cabo, casi toda la energía eléctrica de Noruega se obtiene a partir de fuentes renovables que por tanto no generan CO₂. Un 96% proviene de la fuerza hidráulica.
«El motor eléctrico supone, al menos a largo plazo, una conducción menos contaminante que con cualquier otro tipo de motor», afirma Henningstad. «Sobre todo en la ciudad o aquí en los alrededores de Oslo, densamente poblados, es primordial que los coches generen unas emisiones lo menos nocivas posible y sean lo más silenciosos posible». Y que esto ahora también sea factible con un
Henningstad todavía no ha decidido cómo será el equipamiento definitivo de su
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22,5 minutos para llegar a un 80% de la capacidad de carga en el caso óptimo – gracias a las columnas de carga de 800 voltios con hasta 350 kW de potencia que, en apenas cinco minutos, administra a la batería de iones de litio la energía necesaria para recorrer un centenar de kilómetros (según el protocolo WLTP).
Charging Planner*
El
* Listo para el lanzamiento al mercado en Europa y EE.UU.
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